STA. TERESA DE LISIEUX
Sor.Cecilia Codina Masachs O.P
Monasterio de Santa Catalina de Siena
(Paterna) Valencia
Se ha hablado mucho y se hablará de Santa Teresa de Lisieux, hoy ya proclamada doctora de
Los sorprendentes en psicología religiosa, ha obligado a los teólogos a estudiar con otros parámetros la psicología de los santos. Iluminados por el Espíritu Santo, van descubriendo nuevos senderos y principios rectores de la teología mística, que es para
Teresa de Lisieux, es a nuestro entender una de las santas que ha roto el esquema algo esteriotipado de cómo son los santos, sus actos, pensamientos en definitiva la forma de luchar para vivir la santidad.
En este artículo, deseamos presentar el enfoque de la santidad de la santa Teresa «La pequeña» como popularmente es llamada, simplemente con el título de extraordinaria. Sí, nos proponemos sencillamente medio dibujar, de dónde reside que osemos llamar que su santidad es extraordinaria, cuando desde siempre nos han inculcado de eminentes personajes, doctos en la materia, que es «La santa de las cosas pequeñas», sin hechos relevantes en su vida, como fenómenos místicos, revelaciones etc., sin nada más que vivir sencillamente y aparentemente en un Carmelo, donde la vida comunitaria se había relajado.
Teresa era un alma libre, su libertad residía en el amor, ese amor le daba confianza, abandono y una espontaneidad tan trasparente que provocaba confusión en aquellas hermanas suyas que no alcanzaban a ser tan libres como ella porque estaban más sujetas a trivialidades.
Nuestra santa estaba sumergida en el amor de Dios, mirándole aunque a veces quedaba como ciega porque así convenía para su purificación, y seguir mirando al cielo sin ver el cielo.
Teresa, estaba dotada de una voluntad integral, sus tres elementos eran muy fuertes e inseparables; su voluntad estaba llena de intensidad, de entusiasmo a pesar de sus desánimos porque la constancia la empujaba a ir más allá de los obstáculos. No era amiga de mediocridades.
Un año antes de su muerte expresaba: « ¡Oh qué pocas religiosas hay perfectas que no hagan nada por un poco más o menos, diciendo:” No estoy obligada a esto…a eso…después de todo no hay gran mal en hablar aquí, en hacer aquello etc.!”» ¡Qué raras son las que hacen todo lo mejor posible! (Teresa de Lisieux-Obras completas-Conf. C.amarillo 6.8.5-Ed.Monte Carmelo –Burgos. 1989).
Su carácter ardiente y firme le llevó a escribir: «No caeré en esa desgracia de aficionarme a unas pajas» (Cf. c.6, F. 68r. -El viaje a Roma-Edit. Monte Carmelo-1989).
Sí, ella no podía entretenerse con pequeñeces, porque se había entregado por entero a Dios y supo muy bien que a Dios no se le alcanza con sisas.
Teresa confiesa: « Yo tomo la disciplina para hacerme daño, y deseo hacérmelo lo más posible» Me confesó que a veces le venían lagrimas a los ojos, pero que se esforzaba por sonreír, a fin de no manifestar en su rostro, la huella de los sentimientos de su corazón, gozosa de sufrir en unión con su Amado, para salvarle almas. (CF.Consejos y recuerdos: Ed.Monte Carmelo 1952. testigo Sor Genoveva de Sta. Teresa)
Y sigue hablándonos la misma Celina: «Cuando estaba de semana el los lugares de excusados, se empleaba con tan cuidado que me quedé admirada y se lo dije, a lo que me
respondió tristemente ¡Oh qué pocas religiosas hay santas! ¡Qué pocas hay que no hagan las cosas de cualquier manera!» Y me replicó: «No fuera yo del número de las religiosas negligentes» (CF.Procesos de Beatificación y canonización (P.O).Ed.Monte Carmelo 1996, p.263).
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Podemos verificar que Santa Teresa de Lisieux practicó lo que san Pedro nos refiere en su segunda carta, denominada vocación cristiana (2Pe 1, 5-8), «Aportando vuestra parte sumo empeño, proporcionad a vuestra fe fortaleza; a la fortaleza el conocimiento; a la continencia la constancia; a la constancia piedad; a la piedad el amor fraterno; al amor fraterno la caridad. Porque si estas virtudes se hallan en vosotros y van progresando, a más de no ser ni ociosos ni estériles, os dispondrá para un mayor conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.»
Hemos hecho toda la referencia de a la carta de Sant Pedro, porque en Teresa se personifico todas estas virtudes cristianas, haciéndose en todo «La perfecta hija de
Para amar como ella amó, hay que vencerse a una misma; decía ella que la mayor de las victorias es vencerse a sí misma. Decía que deseaba alcanzar la gracia de tener dominio absoluto sobre sus acciones, de ser dueña y no su esclava. (CF.Ed.Monte Carmelo Burgos 1989-comunión – en el internado-p.122). Eso nos da a entender, cuanto tuvo que luchar para vencer, acallar su amor propio y aunque ella misma se reconoce llena de debilidades, su corazón se hace eco de ellas y se las ofrece a Jesús, pues ella se sabe y desvalida sin él.
Ahora procedamos a un testimonio excepcional, su Madre Maestra, ella nos dice: « En la mortificación fue heroica, porque la hizo consistir particularmente en soportar las mil y mil pequeños sufrimientos que componen la vida religiosa y en la dulzura constante para con todas, a pesar de los roces continuos que se encuentran sin cesar en las comunidades más perfectas, como consecuencia de la diferencia de caracteres y educación. Ella lo soportaba todo en silencio. Teresa nunca se quejaba ni del tiempo, de sus inclemencias, ni de personas, de cosas y con certeza tuvo “Pinchazos” que pretendían herirla, pero la gracia la hace permanecer serena. Habitualmente no despreciaba ninguna ocasión de sufrir, pero sin aparentarlo» (CF. Procesos ordinarios de beatificación y canonización-p.86, Madre Inés de Jesús).
Existen tantos ejemplos que no sabríamos cual elegir, veremos algunos. Escribe Teresa: «Cuando yo era postulante y novicia, me ordenó Nuestra Madre decirle cada vez que me dolía el estómago. Como me dolía todos los días, fue para mí ese mandato un verdadero suplicio. Cuando me daba el mal de estómago hubiera preferido recibir 100 bastonazos antes que ir a decírselo; pero se lo comunicaba cada vez por obedecer. Nuestra Maestra, que no se acordaba de la orden que me había dado, me decía:” ¡Pobre hija mía, nunca vas ha tener salud para carmelita! ¡Esto es demasiado para ti!”. O bien pedía para mí algún remedio a Madre María de Gonzaga, que respondía descontenta:” ¡Pero siempre quejándose esta niña! ¡Sino puede soportar sus males, que se vaya!”»
Por obedecer continué mucho tiempo manifestando mi dolor, aún con riesgo de ser despedida, hasta que Dios, al fin, compadeciéndose de mi debilidad, permitió me dispensaran de esta obligación. (CF. Procesos ordinarios B y canonización. P.O-Testigo Sor.Mª de
Sí, nuestra carmelita lo había «Escogido todo» (CF, Alençon, F.10vº) por eso toda su vida en el Carmelo fue un continuo sufrimiento, que nadie advertía, como por ejemplo: «Como no se quejaba nunca de ningún alimento, terminaron por creer que no tenía las mismas repugnancias, ni las mismas delicadezas que las demás hermanas y durante años su comida fue las sobras recalentadas, a veces de varios días y sobras que otras hermanas anteriormente ya habían rechazado» ( CF. P.O,Testigo: Madre Inés de Jesús, p.87)
Lo había escogido Todo, por eso no desperdició ni una sola mortificación; el frío, la mala alimentación, las humillaciones, la enfermedad y la soledad de no ser comprendida.
Teresa estaba convencida que para ser santa había que sufrir mucho por amor a Jesús y nosotros podemos añadir que ella no tenía en cuenta el sufrimiento porque el amor se lo hacía olvidar.
Pero «Todo» es sólo Dios, ella se quedó con el amor de Dios, fielmente enamorada de Jesús, quiso ser la «Pelotita» (CF.el juguete de Jesús, c.VI, F64v- Ed. Monte Carmelo 1989) pero ella como alma humilde no se ofreció a servir a Dios, sino que simplemente sólo aspiraba a ser usada al placer del que amaba, y así, si el Señor decidía prescindir de usarla, es cuando demostraba amar a Jesús, porque ni tan siquiera sentía la vanagloria de haberse sentido útil. Teresa vivía confiadamente en la misericordia de Dios.
Y ahora procede desvelar la razón de nuestra afirmación al incidir que su santidad fue extraordinaria, quizás para algunos entendidos estos argumentos, pero lo extraordinario de Teresa de Lisieux, fue la constancia en todas las virtudes. Y díganme… ¿Cuántas almas conocemos que se hayan santificado con tantísimo silencio en una breve vida claustral?
Lo extraordinario no reside en sí en las cosas pequeñas o grandes, sino en permanecer constantemente fieles al amor. Ahí reside la heroicidad de la vida de los santos y podemos asegurar que existen y existirán otras muchas Teresas de Lisieux y otras tantas Madres María de Gonzaga, como hermanas que se pregunten después de la muerte de una de sus hermanas. ¿Qué diremos de esta hermana? ¿Por qué no nos damos cuenta en nuestra vida comunitaria que hay santidad en ella? ¿No será quizás que estamos demasiado pendientes de nuestro«YO» y nuestro corazón todavía no ha alcanzado esa pureza que todo lo hace bellamente trasparente?
Nuestra Teresita del Niño Jesús, vivía de
¡Ah cuantos santos han sufrido elegantemente las faltas de caridad de algunas sus hermanas!
Veamos por un momento esta escena….Estamos contemplando una mujer nativa de un poblado africano, la mujer con paso firme y decidido va a buscar el agua para su prole, anda muchos kilómetros, lejos de su humilde choza. La vemos con la vasija de agua posada en su cabeza, ella contornea sus delgadas caderas como siempre, va descalza pero su andar no es cansado. ¿Podríamos saber si la vasija de agua que lleva en su cabeza está llena o vacía de agua? Así podríamos imaginarnos a Teresa de Lisieux, ella soportaba con exquisita elegancia todos los sufrimientos, todas arideces en la oración, tan recogida como si realmente gozara de grandes consolaciones divinas; amaba con avidez todas las mortificaciones que se le ofrecían o que se procuraba ella misma y sin ser nunca advertida por sus hermanas de comunidad, ocultando bajo el amor, la heroicidad de su vida.
Así, que no nos extráñenos del desafortunado comentario que al morir una de sus hermanas dijera: « ¿Qué diremos de esta hermana?» (CF.-últimas conversaciones-25-7-15, Ed. Monte Carmelo Burgos 1873)
Coincidiendo con «El Domund» domingo mundial de las misiones y el X aniversario de su proclamación como doctora de
Quizás ahora sería el momento oportuno de formularnos algunas preguntas, para estimúlanos a reflexionar cómo vivimos la santidad en nuestra vida cristiana hoy, siendo hijos de
¿Estaría yo dispuesta a pasar por donde pasó Sta.Teresa de Lisieux, sin quitar ni un ápice de su sufrimiento?
¿Estaría dispuesta a permanecer fiel en todo lo pequeño y en todo lo grande a la vez, sabiendo que ella lo escogió «Todo»? es decir: Siempre.
¿Seria capaz de comer durante años las sobras de las comidas recalentadas de varios días, sin una sola queja?
¿Estaría dispuesta a soportar el ruido que hace una hermana en el coro durante la oración o aguantar cualquier otra mortificación, guardando silencio y haciendo una oración de sufrimiento como ella lo hizo?
Podríamos seguir haciéndonos infinidad de preguntas y aplicarlas cada uno al estado de vida a que es llamado por vocación: Vida consagrada, sacerdocio, virgen consagrada, laicos casados o solteros. Sabemos que todo ello lo podemos alcanzar con la ayuda de Dios, aprovechando la abundante gracia que se nos es dada, sólo hay que determinarse a empezar.
Tenemos un gran horizonte de santidad en Sta.Teresa de Lisieux, los frutos de su amor a Dios, a
Pero no deseamos concluir este artículo sin hacer mención a la mujer más bella del cielo y de la tierra,
Y sin salir del claustro Teresita fue misionera en el corazón de su amada Iglesia, andando por los caminos del amor sin límites.
Fue el Papa Pio XI, quien el 14 de diciembre de 1927, por decreto proclamado, le otorgó a Sta. Teresita del Niño Jesús ser: «Patrona especial de los misioneros y misiones con el mismo título y privilegio litúrgico que a San Francisco Javier.
Sta. Teresita del Niño Jesús en sus últimas conversaciones del sábado 17 de julio, en el cuaderno amarillo de
Y ella sigue velando en el silencio de Dios por cada vocación al Amor, para dar a conocer al mundo la grandeza de la pequeñez de ser santos.
Dios no nos pide cosas grandes, sino saber amarlo cada día, en lo que la vida nos ofrece ya sea bueno o menos bueno, pero con intensidad, entusiasmo y constancia.
« ¡Dios mío, yo lo escojo todo!»
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