HISTORIAS DE SESY BO «UNA INTERVENCIÓN QUIRÚRGICA »
Mi abuela tenía la costumbre de dejar atado al animal del corral de su pata a la pata de la mesa de mármol del patio, por espacio de dos días, para que bien ayunado poderlo matar para su guiso.
A mí me daba mucha pena verlos como con paciencia la abuela iba plumado el cuello del gallo o gallina y con un afilado cuchillo de cocina, degollarlos. Yo aguantaba un cuenco o plato para recoger la sangre que luego me daría frita, plato que me gustaba mucho.
Una vez, vi como el gallo se iba engullendo poco a poco la cuerda desde su pata a la pata de la mesa de tal forma que quedose que no se podía mover al quedarle la cuerda tan corta.
Intenté sacarle la cuerda de su boca, pero me di cuenta que su lengua tenía una especie de lengüeta que se levantaba y no dejaba sacar la cuerda, si la hubiese estirado me hubiere llevado un trozo de su lengüeta y me daba pena hacerle sufrir.
Y pensé…como la abuela lo tiene que matar, vamos a ver si se salva de mi operación.
Me fui al zurrón de pescar de mi padre y saqué hilo nilón, el que se usa para pescar, después fui en busca del costurero de mamá y buscar una aguja de saco para coserle, tomé un par de trapos de cocina y el cuchillo afilado del cajón de las herramientas de matanza de la abuela.
Ya lo tenía decidido, lo mejor es que lo operase. Le golpeé la cabeza con mi puño cerrado y ya atontado el animal, le arranqué las plumas del esófago para cortarle la carne con cuidado y despacio.
Lo abrí en canal, y lo mismo hasta llegar a su buche y desde allí pude estirar la cuerda, no veía casi nada, la sangre me iba cubriendo todo el agujero, pero al final cosí el buche y la piel, muy juntito los bordes. Todo un bordado. Deje el gallo medio muerto y lo cubrí con uno de los trapos de cocina.
Durante el día lo iba observando, parecía que se recuperaba del atontamiento del golpe que le asesté como anestesia.
Al día siguiente, lo encontré de pie y picoteando en la tierra, fui a decírselo a mi abuela y perpleja de lo que le contaba, dudó si le estaba diciendo una mentira de niña, pero al ver mi insistencia, accedió a verlo. Delante de aquel cosido mi abuela quedó como paralizada, era la primera vez que no me gritaba y temí lo peor, pero no, no me gritó ni me pegó, fue la primera vez en mi vida y la única que mi feroz abuela no me pegaba.
Me libre de una paliza, ante un bordado en la piel de aquel animal de corral y este hecho hizo que mi abuela ya no me dijera en mucho tiempo que yo era un trasto inútil que estorbaba más que ayudaba.
Al parecer, hice unos perfectos puntos de sutura, cuando yo en la vida sabía dar un buen punto en la tela ¡jajá!
En mi vida adulta, este hecho ha pesado mucho en mi vida profesional como enfermera, siempre luchando para salvar una vida, aunque fuese arriesgada la medida que debía emplear.
El éxito no proviene más que de aquel que se arriesga en conseguir su empeño.
Ni que decirles, que mi abuela indultó aquel gallo, ya que me dijo que lo había sometido a una tortura acertada para salvarle la vida.
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