EL INGENIO DE UNA NIÑA

El hecho que ahora les voy a contar ocurrió cuando yo tenía 10 años. Vivíamos en una planta baja con un bonito y gran jardín y colindante otro solar donde estaba el gallinero y los árboles frutales.

La casa era de mis abuelos maternos y tenía goteras por todas partes. Eran los inicios de los años 60 donde la emigración a Cataluña se inició quizás con más fuerza y se necesitaban viviendas para la avalancha de personas que venían en busca de mejor fortuna que en su tierra natal.

Ante las presiones de los constructores y la necesidad de cubrir las goteras, que cuando llovía en casa ya no teníamos más ollas ni cubos para recoger el agua; mi abuelo decidió vender un solar de los dos y hacer un edificio de pisos y en uno de ellos iríamos a vivir, mientras el otro solar la mitad se alquilaría y la otra para garaje de casa.
Entre tanto se hacían las obras y el piso que nos daban ya estaba casi terminado pero faltaban aún detalles para ir toda la familia, dormían en él mis padres y los demás en la planta baja.
Yo pedí permiso a mi padre para que a las 6 de la tarde pudiera ver la película de Tarzán, me dijo que sí y que la abuela me daría las llaves del piso

Llegada la hora, pedí a mi abuela las llaves ¡Ah! Qué sorpresa, no me las quería dar de ninguna manera. Así que me dirigí al taller de papá y empecé mi cruzada. Tome unas llave de las que él hacía duplicados y comencé a hacer los dientes de la lave del la puerta del piso según recordaba que eran. Cuando ya la tuve lista, subí para abrir la puesta, la llave entró de maravilla, como si hubiese sido hecha por un profesional, pero…en lugar de girar para abrir, lo hice al revés dí dos vueltas de llave y no hubo manera de poder sacar la llave de paño de la cerradura. Desconsolada me senté en las escaleras y pensé…«Ahora si que te dan una paliza mortal». Mis padres trabajaban de noche, era sábado y la ferretería estaba cerrada, así que fui a decírselo a la abuela y como era ya habitual recibí su feroz respuesta ¡Zas! Una a la derecha, ¡Zas! Otra a la izquierda
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Después subimos y a base de llamar a la puerta y gritar, mis padres se despertaron y con las herramientas apropiadas papá sacó la cerradura y en lugar de pegarme o reñirme, me felicitó dándome un fuerte abrazo .Al l sacar la llave comprobó que casi era perfecta, tan sólo una de las muescas era un poco profunda y por esa razón se quedó trabada.

De este hecho aprendí que en la vida nunca debemos dejar que nos atrape el miedo y renunciemos a nuestros proyectos, hay que ser sagaces, ingeniosos para llegar al éxito, aunque aparentemente parecía que había fracasado. Ello siempre me ha hecho recordar la muerte en Cruz de Nuestro Señor Jesús, aparentemente un fracasado a los ojos del hombre, pero glorioso para nuestro destino en su reino.

                                                                     

Con ternura.
Sor.Cecilia Codina Masachs O.P