ESTOY A TU LADO «EL DON DEL POBRE..-AGRADECER»

Contaba escasamente los 6 años de edad cuando mi madre me dio a conocer quien era el Espíritu Santo.
Mi madre algunos días me llevaba a Barcelona en distintos parques para entretenerme y que pudiera comer algo, pues nací con estenosis pilórica, que me hacía inapetente y con vómitos alimenticios frecuentes porque entre otras cosas la comida me daba cierta repugnancia.

Estábamos en la plaza Cataluña en los subterráneos de metro y en rincón estaba sentado un pobre mutilado de ambas piernas. Mamá con la delicadeza a la que ya me tenía acostumbrada saco del monedero dos reales, me los puso en la palma de la mano y yo besé ambas caras de la moneda, tal como me habían enseñado cuando se hacía una caridad, para que Dios multiplicase el bien en la persona que pasaba necesidad.

Lo deposité con todo el amor del mundo en un cuenco de barro que tenía cerca de sus pocas pertenencias. No tuve casi tiempo de regresar al lado de mi madre que aquel pobre comenzó a decirnos muy malas palabras, de hecho nos estaba maldiciendo porque le habíamos dado poco dinero.
Asustada de de lo que decía, agarrada fuertemente a la mamo de mi madre le decía muy sorprendida: « ¡Mami, mami, este señor no es pobre, no es pobre!!!».
Mi madre me acercó hacia su cuerpo y abrazándome y me dijo: ¿Por qué dices que no es pobre? « ¡Mamá, los pobres son agradecidos y este no es pobre ni agradecido!
Mi madre sorprendida de mi respuesta me preguntó: ¿De dónde has aprendido esto, en casa no, y el colegio mucho menos, dime…dónde lo has aprendido?
Me apoye contra sus piernas y la muleta que usaba y le dije: ¡lo acabo de aprender ahora mismo mamá, de aquí dentro!!y le señalaba el pecho. Mi madre comprendió inmediatamente lo acontecido a su pequeña hijita y me dijo con mucha serenidad y una ternura que me penetraron el alma aquellas suaves palabras para toda mi vida. «Esa voz que oyes aquí dentro en tu pecho, es tu amigo, el Santo Espíritu, él te ayudará a comprender muchas cosas que yo no se explicar, pero escúchalo siempre y no se lo digas a nadie.

A nadie se lo dije, y sigo escuchando la brisa de su voz cada vez que le invoco para estar juntos y escucharnos mutuamente porque los dos en el silencio de nuestro diálogo de amor sabemos decirnos sin hablarnos «Gracias, te amo, te espero, ayúdame, quédate conmigo vida de mi amor» Y PUEDEN AÑADIR CADA UNO DE USTEDES AQUELLA EXPERIENCIA QUE HAYAN TENIDO DE EL SANTO ESPÍRITU DE DIOS.

Con ternura
Sor.Cecilia Codina Masachs P.O