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domingo, 21 de febrero de 2010

LA VIRGINIDAD



Con la conclusión de este delicado tema de la virginidad, deseo que les haya servido de ayuda para mejor comprender las situaciones difíciles de nuestros hermanos.

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Pero, sabemos que el miedo nos paraliza toda acción, ya sea positiva o negativa, pero si no queremos morir, debemos sacar provecho de nuestros miedos y sería bueno que nos preguntásemos ¿Esto que estoy pensando o haciendo lo haría Jesús o María, es santo lo que estoy haciendo conmigo o con los demás? Ciertamente la experiencia nos ha confirmado que a menudo este tipo de personalidad intenta esconder la realidad que les tortura y suelen huir de compartir la vida comunitaria, y se entregan a sí mismas viviendo en soledad una vida consagrada sin tener apenas relación con sus hermanas de comunidad más que en lo necesario y sobre todo conveniente para ellas. Generalmente son incapaces de dejarse amar y cuentan con pocas amistades en el verdadero sentido del amor de amistad con el que nos relacionamos con el mismo Dios nuestro.

Pero para dar a comprender el alcance de lo que estamos exponiendo, vamos a relatar una experiencia de este tema, para que nos ayude a todos a comprender estas situaciones dolorosas para no sólo comprenderlas sino también para tener misericordia y si se dejan, poderlas ayudar.
Se trata del caso de una hermana de 70 años que ha sido diagnosticada de osteoporosis muy avanzada en las caderas y por su frágil salud los médicos no se atrevían a operarla, y ella sabe que terminará en una silla de ruedas. Esta hermana estaba sentada en el jardín, y otra hermana que sabía la situación en que se halla se acerca y tras saludarla quiso consolarla y le dijo: « No esté triste hermana, yo rezaré por Vd., para que Jesús la sane» entre tanto la hermana que quería consolarla tomó con gran ternura sus dos mejillas entre sus manos, pero la hermana enferma endureció sus facciones y muy nerviosa intentaba con cierta brusquedad desasirse de las manos que acariciaban su rostro; y tras lograrlo, añadió:« ¿No sabe que no nos podemos acariciar ni tocar movidas por nuestros sentimientos?.
Bien, aquí tenemos un amor frustrado, una virginidad mal entendida, que aboca en consecuencia a no saber vivir con la libertad de los hijos de Dios ese amor virginal.
Esta religiosa es incapaz de dejarse amar, vive mutilada de una parte importante de su personalidad ya que no ha sabido desarrollar su sexualidad. Por ello su afectividad está reprimida y es incapaz de acariciar o dejarse acariciar por otra hermana.
Hay que aprender a amar con un corazón virgen pero humano, sólo así es posible que ese amor tienda a vivirse en radicalidad y será significativo el hecho de que en todo amor humano, estamos amando a Cristo, en el hermano/na; será un amar del amor y en el amor de Cristo.
« La preocupación del Vaticano II para que se entienda la grandeza del don recibido de la virginidad consagrada es en sí, una fuente de un compromiso de generosa respuesta y atento discernimiento vocacional. En el fondo esta preocupación está antes de nada la conciencia de la nueva sensibilidad, propia del hombre contemporáneo, respecto a la sexualidad en cuanto a componente fundamental de la personalidad, en un modo suyo de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, de expresar y de vivir el amor humano» (Congregación para la educación católica, orientaciones educativas sobre el amor humano ( nº 4)
De ahí la necesidad de proponer la virginidad consagrada, no como renuncia o represión de la sexualidad o de la afectividad, sino como una decisión de una manera de vivir y asumir la oblación de nuestra vida por el Reino. Pero no olvidemos que para ello necesitamos formación humana y espiritual sino queremos fracasar en el amor.
El caso presentado de está hermana que rechaza la afectividad, no es un caso aislado, ocurre con más frecuencia de lo que pensamos. Estas situaciones pueden pasar inadvertidas, viviendo a nuestro lado durante muchos años, incluso hasta la muerte y no darnos cuenta, de cuan grande es su soledad y todo lo disculpamos pensando…¡Ah! es su carácter, es así, fría y distante etc.
Existen desequilibrios en la personalidad que atañen sobretodo a la conducta del individuo sobretodo en la afectividad, que si no se descubren y no reciben ayuda, la religiosa en cuestión, puede vivir toda su vida de consagrada con gran amargura y desasosiego.
Pero tenemos por experiencia, que es más traumatizante para el/la religiosa, a aquella persona que niega su sexualidad y rechaza con desprecio e incluso con una cierta repugnancia al sexo opuesto, que aquel otro que tiene que luchar todos los días para mantenerse fiel a Cristo con su voto de virginidad. Por lo menos este último caso tiene la sensibilidad desarrollada, situación que por ella le permite poder encauzar hacia a Dios su afectividad, camino y fin de su voto. Pero tal como ya hemos mencionado, aquel que niega su propia sexualidad, y sus sentimientos afectivos o la ajena, vive amargado y amarga a sus hermanos/as de comunidad.
Nuestra vida comunitaria debe ser construida en la Trinidad, así caminará hacia la plenitud Cristocéntrica, cuando viva la «Verdad» con profunda «Unidad». Todos nos tenemos que ayudar y sobretodo, dejarnos ayudar con verdadera humildad para caminar juntas, de lo contrario no existe propiamente una comunidad religiosa; hay grupos que se unen, que tienen afinidades, pero que no alcanzaran a gozar de la unidad, tal como es vivida por la Trinidad.
Cuando una hermana no halla lo que necesita dentro de la comunidad, busca por todos los medios subsanar su deficiencia y lo busca en el exterior del monasterio. Esto conlleva riesgos que muchas veces no se han previsto y es que al final dicha hermana prefiera vivir aislada de su comunidad y vivir su amistad con personas ajenas al monasterio y corre el peligro de perder su vocación si esta desviación de su afecto no es corregido a tiempo. Por eso es necesario que nuestros superiores den a sus hermanas la afectividad y comunicación que cada una de ellas necesita. Existen hermanas en algunas comunidades que pocas veces tienen la oportunidad de poder hablar, de expresar lo que piensan o de explicar algo que le ha sucedido o que apenas pueden tener una conversación de amistad con una u otras hermanas porque no hay la oportunidad de poderse reunirse, ya que cada una tiene su tiempo ocupado con sus tareas etc.

En definitiva, si una comunidad no tiene entre sí una relación de amistad, no hay comunidad fraterna, que esto no nos lleve al engaño, no se trata de sólo hablar, sino de tener una determinada amistad fraterna entre las hermanas, donde podamos hallar: escucha, afectividad, comprensión, diálogo, y no criticar aquello que no nos gusta de tal o cual hermana, aún que se verdad de manera pública, sino buscar entre todas una solución para mantener viva nuestra comunicación afectiva y fraterna entre las hermanas.
Cuando una comunidad pierde la alegría de manifestar su afectividad ya sea personal o comunitaria, es necesario revisar qué ocurre, pues no es la edad ni la enfermedad la que nos impedirá de manifestar nuestra alegría sino ¿Cómo anda nuestra fidelidad a los votos que hicimos un día?
Existe en el hombre mucha debilidad y también mucha fortaleza, el pecado que nos ha herido nos hace vulnerables a ambas actitudes, por ello no podemos perder la oportunidad de afianzar todo aquello que nos haga ser felices y comunicar esa felicidad a los demás de manera que ellos también se sientan invitados a corresponder a la gracia que el Señor nos da de vivir en su casa. Hemos quebrantado muchas veces su Alianza, no somos como deberíamos ser y todos lo sabemos, nadie está libre de pecado ni el más justo, pero nuestro Dios es un Dios de perdón y de misericordia, es cierto que nos hará pasar por el desierto, pero vale la pena encontrarnos con Dios, después de la prueba, ya que ello significa que él siempre nos ha estado acompañando para que pudiésemos superarla.

Las consagradas a Dios, hemos de vivird Consagrada.

Recordemos el pasaje (Jo.21, 17) Dice Jesús a Simón Pedro: « Simón de Juan, ¿me amas más que a estos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta a mis ovejas» Por tres veces consecutivas el Señor Jesús le preguntó si le quería, pero sólo en la primera vez jesús le hace la pregunta más directa y comprometedora. Simón de Juan « ¿Me quieres más que a estos? Esta es la pregunta que define un seguimiento de Cristo en la virginidad, en amarle por encima de todos los demás pero no dejándolos de amar. El hecho que Jesús desee una respuesta certera es porque tal respuesta debe de conllevar una misión, en este caso el gobierno de la nueva Iglesia de Cristo y para tal misión se precisa un amor grande, como un amor grande se necesita para consagrarse toda la vida a amar a Dios que nos ha llamado a ser sus esposas para que con nuestro silencio adorante y nuestros ejemplos evangélicos, hagan conocer a toda la humanidad, que la Vida Consagrada tiene un valor infinito no solo por tratarse de un reflejo de la Vida de Dios sino también en la vida de un mundo, que se debate entre la gracia y el pecado, entre el saber y la ignorancia, entre el egoísmo y la generosidad, entre la fe y la indiferencia de lo transcendente.
Estamos aquí, para dar más santidad y hermosura a la Iglesia con nuestra vida de oración e intercesión por los sufrimientos de todos nuestros hermanos; por ello somos esposas de Cristo unidas a él en su Pasión , muerte y resurrección y sin dilaciones darnos por amor en la obediencia, pobreza y virginidad de modo que nuestra misión sea eficaz por la sacramentalidad de nuestra oblación y saber dar respuestas a un mundo que pocas veces ha entendido qué hacemos encerradas sin hacer nada que sea rentable, positivo y evidente en la sociedad.
Les propongo a cuantos consideran que nuestra misión no tiene futuro, que nos estamos extinguiendo por falta de vocaciones o que no servimos para nada, se acerquen a algún monasterio y hablen cara a cara con algunas monjas. Les aseguro que lo que hablen con ellas no les dejara igual que antes de entrar en el monasterio. Quizás podrán marcharse con una actitud fría o caliente, pero nunca saldrán indiferentes la virginidad con responsabilidad, como una madre cuando queda encinta, sabe que debe de cuidadse para que lleguen a término lo que ha engrandado en sus entrañas. Así pues, dejemos que el Espíritu Santo nos haga fecundas como lo fue la Virgen María con su «Fiat», que aletee el Espíritu en cada una de nosotras para ser fecundas en el amor virginal, por la oración, la caridad, la pobreza y la penitencia verdadera, para dar testimonio de nuestro desposorio con Cristo.

El Espíritu nos hace ser ofrenda total al Padre por el Hijo, ya que hemos descubierto la presencia de Jesús y deseamos conocerle más íntimamente en la soledad amorosa, semejante a lo que tenemos que vivir con nuestras hermanas de comunidad, para hallar la verdadera «Unidad».Consagrar significa inmolar algo que ofrezco precisamente porque amo y debo dejarme amar y morir para hallar la «Vida». Así nuestra consagración se realiza a través de la austeridad de la pobreza, de la humildad y muy especialmente con la fecundidad amorosa de una virginidad consagrada donde no sean excluidas mis hermanas, de ser amadas con todas nuestras fuerzas, ya que si no las amamos como Jesús las ama, tampoco sabremos amar a Jesús en la Virginidad.
PUBLICADO EN LA REVISTA TEOLOGÍA ESPIRITUAL LIII-n 158-mayo-agosto
2009

QUIERO SER LA ESPOSA DE CRISTO

III PARTE

LA VIRGINIDAD

H

ace algún tiempo me preguntaba… ¿Qué término me gustaría emplear para definir lo que llamamos«Un amor indiviso», virginidad o castidad, quizás celibato o bien simplemente continencia.

Tales términos nos muestran una realidad que prácticamente desde siempre y en todas las culturas, fue poco comprendida. No obstante prefiero hablar en la expresión «Virginidad» tanto para la mujer como para el varón, a pesar de sus resonancias femeninas, quizás porque en la mujer la virginidad expresa una dimensión más íntimamente relacionada con sus entrañas vacías de fertilidad maternal, pero rebosante de ella en el corazón. Esa es la dimensión propia de la esposa de Cristo, como lo fue su Madre, la Virgen María, que se hizo madre en el corazón antes que en sus entrañas.

En el AT, la virginidad no es apreciada más que para antes del matrimonio, pero como estado permanente la mujer virgen es considerada como un deshonor, un castigo divino, igual que la esterilidad, la castración y la impotencia conyugal.

El exponente más negativo de la virginidad, quizás lo podemos hallar en (Jue. 11,37), donde podemos leer lo que la hija de Jelté, al enterarse del voto cruel de su padre: «Concédeme esta gracia: déjame libre durante dos meses para ir por los montes con mis compañeras llorando mi virginidad».

El motivo de su llanto no se debía por el hecho de tener que morir joven, ni tan siquiera el injusto y horrible voto de su padre Jelté, sino el morir virgen sin haber dejado descendencia.

A pesar de todas las connotaciones negativas que hallamos en el AT, tenemos que alegrarnos de hallar aún que tardíamente en el AT, el hecho positivo de anunciar que la virginidad es una bendición, cuando proclama« Bendita a la estéril sin mancha, que no conoció el lecho pecaminoso» (Sab. 3,13).

En cambio, en el NT, hallamos el verdadero sentido de la virginidad« Ya está aquí el esposo: salid a su encuentro» (Mat. 25,6) y Jesús viene precedido del amigo (Jo.3,29) a su comunidad que es virgen, casta (2ª Cor.11,2); lo espera en ayuno (Mc.2,20) y en oración-predicación(1Cor.11,26).Así pues en el NT la virginidad testimonia la nueva realidad « No se toma mujer ni marido» (Mat.22,30), la realidad escatológica ya ha llegado, «Santos de cuerpo y espíritu»(1ª Cor.7,34) y permanece en la tierra en cada hombre o mujer que el Señor ha consagrado para sí.

¿Pero que es en sí la virginidad? , sino un estado de inocencia, cuyo único fin es amar a Dios sobre todas las cosas. Y ¿Puede haber alguna diferencia significativa con la castidad? A mi modo de ver, las encuentro quizás porque soy mujer y no puedo darle igual sentido a uno y otro modo de amor indiviso. El joven apóstol Juan que reclinaba su cabeza sobre el pecho de Jesús, se nos presenta como virgen de cuerpo y espíritu, pero si comparamos con Pedro, hombre casado, tuvo que hacer uso del matrimonio, con lo cual al menos su cuerpo dejó de ser virgen, aunque posteriormente por el hecho de seguir a Jesús y anunciar el Reino, se mantuvo casto o célibe, pero no poseía ya la virginidad inicial de la inocencia del cuerpo que perdió al hacer uso legítimamente de su condición y deber de esposo.

Pedro, tuvo que pasar momentos de dura prueba en su castidad, al negar por tres veces conocer a Jesús, pero la gracia actúo en él, para edificar a una Madre, la Iglesia de Cristo. Su castidad en el momento de la negación sólo repercutió en su corazón, en cambio su cuerpo permaneció casto. Su arrepentimiento fue fecundado por esa gracia para llevar a cabo el plan divino y esa Madre, hoy goza de millones de fieles que se alimentan de ella.

¿Y qué diremos de la virginidad del apóstol Juan? Sí, también fue fecundado su espíritu por la sabiduría, de tal modo que es considerado el evangelista más entregado a escuchar la Palabra y darle sentido teológico en sus expresiones e interpretaciones literarias, por ello es considerado además por «El joven contemplativo de la Vida de Dios»

No cabe duda que la manera de vivir la sexualidad del uno y del otro (los apóstoles Pedro y Juan), son posiblemente una referencia o aspectos a tener en cuenta, más que diferenciarse y por ello se complementan: acción y contemplación.

La sexualidad vivida ordenadamente, con plena madurez, nos hará llegar a cotas muy altas de nuestra vida espiritual, pues forma parte y es integrante de nuestra personalidad. Cuerpo y alma van juntos, para que con la gracia podamos gozar de ambos, no sólo para amarnos a nosotros mismos sino también al prójimo con el mismo amor con que Dios nos ama. Al menos no dejemos nunca de intentarlo.

Para evaluar la virginidad, sólo hay a nuestro modo de entender, una manera de medirla –si es que pudiésemos medirla- y sería, saberme amarme a mí misma con amor reverencial y con ese mismo amor, amar a mis hermanas, y a toda la humanidad sin olvidar que nuestro amor debe ser extensible a toda la naturaleza, a nuestro planeta; ya que es creación de Dios y por lo tanto si no amamos todo lo que él ha creado, dejamos una parte importante de poder avanzar en el camino del espíritu.

¿Y qué sería lo que nos impulsaría a amar con tanta vehemencia? La razón es muy sencilla«Saberse habitada por la TRINIDAD» En ella todo es poseerse y dejarse poseer, sin retenerse el Uno al Otro, es un dar y tomar, pero todo con la misma intensidad, no más Uno que el Otro, pero todo en grado infinito.

Sabemos que la propiedad del amor, es poseer y ser poseídos en igualdad, por esa razón el amor nos hace ser criaturas libres y no tenemos otra ocupación que«Vivir una intensa amistad con Dios y en él a toda la humanidad, a todo el cosmos.

Esta amistad exige una gran pureza de corazón; reconocer la belleza, mi belleza corporal y la belleza corporal del otro, sin entretenernos en ella y también gozar de la belleza espiritual de mi hermana. Todo esto, nos hará vivir la virginidad plenamente en agradecimiento al Dador de todas las cosas, esta circunstancia nos enseñará a conocer que somos capaces de amar y expresar ese amor no sólo verbalmente, sino también con el lenguaje del cuerpo, el cual es el más delatador de nuestros sentimientos, porque se presenta de modo muy espontáneo y casi inconscientemente frente a los demás y nos permite trasparentar nuestra afectividad y al mismo tiempo percibir el afecto o rechazo de nuestro prójimo.

Ahora bien, cuando se tiene miedo de tratar temas referentes a la sexualidad, es un signo de falta de madurez. El individuo inmaduro acostumbra a rechazar no sólo la sexualidad del otro-ya sea masculino o femenino- sino su propia sexualidad.

El miedo siempre es nuestro enemigo, nos impide amarnos y amar a otros, nos impide conocernos y conocer cómo son los demás y en consecuencia nos inhabilita para el amor.

«Dios vio que todo lo había hecho era muy bueno» (Gn.1, 3). Si Dios todo lo hizo santo, luego… ¿Por qué tener miedo? ¿Por qué huir de una amistad verdadera? ¡Ah! cuan dañino ha sido para muchas religiosas, lo de prohibirse las amistades particulares y ser observadas como si fuesen pecadoras. Sólo huyen aquellos/as que no se han enamorado verdaderamente de Jesús, o bien presentan desequilibrios en su personalidad que les impide fortalecer este amor y toda relación humana la contemplan como pecaminosa.

Pero, sabemos que el miedo nos paraliza toda acción, ya sea positiva o negativa, pero si no queremos morir, debemos sacar provecho de nuestros miedos y sería bueno que nos preguntásemos ¿Esto que estoy pensando o haciendo lo haría Jesús o María, es santo lo que estoy haciendo conmigo o con los demás? Ciertamente la experiencia nos ha confirmado que a menudo este tipo de personalidad intenta esconder la realidad que les tortura y suelen huir de compartir la vida comunitaria, y se entregan a sí mismas viviendo en soledad una vida consagrada sin tener apenas relación con sus hermanas de comunidad más que en lo necesario y sobre todo conveniente para ellas. Generalmente son incapaces de dejarse amar y cuentan con pocas amistades en el verdadero sentido del amor de amistad con el que nos relacionamos con el mismo Dios nuestro.

Pero para dar a comprender el alcance de lo que estamos exponiendo, vamos a relatar una experiencia de este tema, para que nos ayude a todos a comprender estas situaciones dolorosas para no sólo comprenderlas sino también para tener misericordia y si se dejan, poderlas ayudar.

Se trata del caso de una hermana de 70 años que ha sido diagnosticada de osteoporosis muy avanzada en las caderas y por su frágil salud los médicos no se atrevían a operarla, y ella sabe que terminará en una silla de ruedas. Esta hermana estaba sentada en el jardín, y otra hermana que sabía la situación en que se halla se acerca y tras saludarla quiso consolarla y le dijo: « No esté triste hermana, yo rezaré por Vd., para que Jesús la sane» entre tanto la hermana que quería consolarla tomó con gran ternura sus dos mejillas entre sus manos, pero la hermana enferma endureció sus facciones y muy nerviosa intentaba con cierta brusquedad desasirse de las manos que acariciaban su rostro; y tras lograrlo, añadió:« ¿No sabe que no nos podemos acariciar ni tocar movidas por nuestros sentimientos?.

Bien, aquí tenemos un amor frustrado, una virginidad mal entendida, que aboca en consecuencia a no saber vivir con la libertad de los hijos de Dios ese amor virginal.

Esta religiosa es incapaz de dejarse amar, vive mutilada de una parte importante de su personalidad ya que no ha sabido desarrollar su sexualidad. Por ello su afectividad está reprimida y es incapaz de acariciar o dejarse acariciar por otra hermana.

Hay que aprender a amar con un corazón virgen pero humano, sólo así es posible que ese amor tienda a vivirse en radicalidad y será significativo el hecho de que en todo amor humano, estamos amando a Cristo, en el hermano/na; será un amar del amor y en el amor de Cristo.

« La preocupación del Vaticano II para que se entienda la grandeza del don recibido de la virginidad consagrada es en sí, una fuente de un compromiso de generosa respuesta y atento discernimiento vocacional. En el fondo esta preocupación está antes de nada la conciencia de la nueva sensibilidad, propia del hombre contemporáneo, respecto a la sexualidad en cuanto a componente fundamental de la personalidad, en un modo suyo de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, de expresar y de vivir el amor humano» (Congregación para la educación católica, orientaciones educativas sobre el amor humano ( nº 4)

De ahí la necesidad de proponer la virginidad consagrada, no como renuncia o represión de la sexualidad o de la afectividad, sino como una decisión de una manera de vivir y asumir la oblación de nuestra vida por el Reino. Pero no olvidemos que para ello necesitamos formación humana y espiritual sino queremos fracasar en el amor.

El caso presentado de está hermana que rechaza la afectividad, no es un caso aislado, ocurre con más frecuencia de lo que pensamos. Estas situaciones pueden pasar inadvertidas, viviendo a nuestro lado durante muchos años, incluso hasta la muerte y no darnos cuenta, de cuan grande es su soledad y todo lo disculpamos pensando…¡Ah! es su carácter, es así, fría y distante etc.

Existen desequilibrios en la personalidad que atañen sobretodo a la conducta del individuo sobretodo en la afectividad, que si no se descubren y no reciben ayuda, la religiosa en cuestión, puede vivir toda su vida de consagrada con gran amargura y desasosiego.

Pero tenemos por experiencia, que es más traumatizante para el/la religiosa, a aquella persona que niega su sexualidad y rechaza con desprecio e incluso con una cierta repugnancia al sexo opuesto, que aquel otro que tiene que luchar todos los días para mantenerse fiel a Cristo con su voto de virginidad. Por lo menos este último caso tiene la sensibilidad desarrollada, situación que por ella le permite poder encauzar hacia a Dios su afectividad, camino y fin de su voto. Pero tal como ya hemos mencionado, aquel que niega su propia sexualidad, y sus sentimientos afectivos o la ajena, vive amargado y amarga a sus hermanos/as de comunidad.

Nuestra vida comunitaria debe ser construida en la Trinidad, así caminará hacia la plenitud Cristocéntrica, cuando viva la «Verdad» con profunda «Unidad». Todos nos tenemos que ayudar y sobretodo, dejarnos ayudar con verdadera humildad para caminar juntas, de lo contrario no existe propiamente una comunidad religiosa; hay grupos que se unen, que tienen afinidades, pero que no alcanzaran a gozar de la unidad, tal como es vivida por la Trinidad.

Cuando una hermana no halla lo que necesita dentro de la comunidad, busca por todos los medios subsanar su deficiencia y lo busca en el exterior del monasterio. Esto conlleva riesgos que muchas veces no se han previsto y es que al final dicha hermana prefiera vivir aislada de su comunidad y vivir su amistad con personas ajenas al monasterio y corre el peligro de perder su vocación si esta desviación de su afecto no es corregido a tiempo. Por eso es necesario que nuestros superiores den a sus hermanas la afectividad y comunicación que cada una de ellas necesita. Existen hermanas en algunas comunidades que pocas veces tienen la oportunidad de poder hablar, de expresar lo que piensan o de explicar algo que le ha sucedido o que apenas pueden tener una conversación de amistad con una u otras hermanas porque no hay la oportunidad de poderse reunirse, ya que cada una tiene su tiempo ocupado con sus tareas etc.

En definitiva, si una comunidad no tiene entre sí una relación de amistad, no hay comunidad fraterna, que esto no nos lleve al engaño, no se trata de sólo hablar, sino de tener una determinada amistad fraterna entre las hermanas, donde podamos hallar: escucha, afectividad, comprensión, diálogo, y no criticar aquello que no nos gusta de tal o cual hermana, aún que se verdad de manera pública, sino buscar entre todas una solución para mantener viva nuestra comunicación afectiva y fraterna entre las hermanas.

Cuando una comunidad pierde la alegría de manifestar su afectividad ya sea personal o comunitaria, es necesario revisar qué ocurre, pues no es la edad ni la enfermedad la que nos impedirá de manifestar nuestra alegría sino ¿Cómo anda nuestra fidelidad a los votos que hicimos un día?

Existe en el hombre mucha debilidad y también mucha fortaleza, el pecado que nos ha herido nos hace vulnerables a ambas actitudes, por ello no podemos perder la oportunidad de afianzar todo aquello que nos haga ser felices y comunicar esa felicidad a los demás de manera que ellos también se sientan invitados a corresponder a la gracia que el Señor nos da de vivir en su casa. Hemos quebrantado muchas veces su Alianza, no somos como deberíamos ser y todos lo sabemos, nadie está libre de pecado ni el más justo, pero nuestro Dios es un Dios de perdón y de misericordia, es cierto que nos hará pasar por el desierto, pero vale la pena encontrarnos con Dios, después de la prueba, ya que ello significa que él siempre nos ha estado acompañando para que pudiésemos superarla.

Las consagradas a Dios, hemos de vivir la virginidad con responsabilidad, como una madre cuando queda encinta, sabe que debe de cuidadse para que lleguen a término lo que ha engrandado en sus entrañas. Así pues, dejemos que el Espíritu Santo nos haga fecundas como lo fue la Virgen María con su «Fiat», que aletee el Espíritu en cada una de nosotras para ser fecundas en el amor virginal, por la oración, la caridad, la pobreza y la penitencia verdadera, para dar testimonio de nuestro desposorio con Cristo.

El Espíritu nos hace ser ofrenda total al Padre por el Hijo, ya que hemos descubierto la presencia de Jesús y deseamos conocerle más íntimamente en la soledad amorosa, semejante a lo que tenemos que vivir con nuestras hermanas de comunidad, para hallar la verdadera «Unidad».Consagrar significa inmolar algo que ofrezco precisamente porque amo y debo dejarme amar y morir para hallar la «Vida». Así nuestra consagración se realiza a través de la austeridad de la pobreza, de la humildad y muy especialmente con la fecundidad amorosa de una virginidad consagrada donde no sean excluidas mis hermanas, de ser amadas con todas nuestras fuerzas, ya que si no las amamos como Jesús las ama, tampoco sabremos amar a Jesús en la Virginidad Consagrada.

Recordemos el pasaje (Jo.21, 17) Dice Jesús a Simón Pedro: « Simón de Juan, ¿me amas más que a estos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta a mis ovejas» Por tres veces consecutivas el Señor Jesús le preguntó si le quería, pero sólo en la primera vez jesús le hace la pregunta más directa y comprometedora. Simón de Juan « ¿Me quieres más que a estos? Esta es la pregunta que define un seguimiento de Cristo en la virginidad, en amarle por encima de todos los demás pero no dejándolos de amar. El hecho que Jesús desee una respuesta certera es porque tal respuesta debe de conllevar una misión, en este caso el gobierno de la nueva Iglesia de Cristo y para tal misión se precisa un amor grande, como un amor grande se necesita para consagrarse toda la vida a amar a Dios que nos ha llamado a ser sus esposas para que con nuestro silencio adorante y nuestros ejemplos evangélicos, hagan conocer a toda la humanidad, que la Vida Consagrada tiene un valor infinito no solo por tratarse de un reflejo de la Vida de Dios sino también en la vida de un mundo, que se debate entre la gracia y el pecado, entre el saber y la ignorancia, entre el egoísmo y la generosidad, entre la fe y la indiferencia de lo transcendente.

Estamos aquí, para dar más santidad y hermosura a la Iglesia con nuestra vida de oración e intercesión por los sufrimientos de todos nuestros hermanos; por ello somos esposas de Cristo unidas a él en su Pasión , muerte y resurrección y sin dilaciones darnos por amor en la obediencia, pobreza y virginidad de modo que nuestra misión sea eficaz por la sacramentalidad de nuestra oblación y saber dar respuestas a un mundo que pocas veces ha entendido qué hacemos encerradas sin hacer nada que sea rentable, positivo y evidente en la sociedad.

Les propongo a cuantos consideran que nuestra misión no tiene futuro, que nos estamos extinguiendo por falta de vocaciones o que no servimos para nada, se acerquen a algún monasterio y hablen cara a cara con algunas monjas. Les aseguro que lo que hablen con ellas no les dejara igual que antes de entrar en el monasterio. Quizás podrán marcharse con una actitud fría o caliente, pero nunca saldrán indiferentes.

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2 comentarios:

  1. muy interesante la óptica del post, ciertamente se abre una puerta a la comprensión de tan interesante tema...

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  2. La Virginidad... un tema complicado.. segun la persona... estoy plenamente de acuerdo con lo expuesto en este post...Si Dios nos creo .... a que tener miedo de nuestro cuerpo? la virginidad hoy en dia ,es una opcion personal mal vista o mal entendida... aunque segun lo veo ,y lo entiendo si consagras tu virginidad, es con la voluntad de entregar tu energia, tu amor y tu fertilidad a un ambito mas alla del fisico , al espiritual. consagrandolo a El....
    otra cosa es la afectividad, para mi muy importante y vital, como vivir sin amor?, sin mostra ese amor?, amando al projimo lo amamos a El...como podemos decir que amamos a Dios? , que seguimos a Cristo?, si no mostramos nuestro sentir a los que nos rodean?...
    la afectividad es algo tan necesario como el respirar o el alimentarse, para poder vivir......
    Es un tema muy amplio y a la vez muy interesante.
    Haaa yo tambien vivi un tiempo en Hospitalet, jeje..
    Un abrazo fraterno

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