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lunes, 18 de enero de 2010

LA FÁBULA DE LAS LENTEJAS


Érase una vez...un sembrador de lentejas.
Éste fue esparciendo por el campo su simiente esperanzado por recoger una buena cosecha, más cuando llegó el tiempo de la recolección, allí halló todo su esfuerzo bien recompensado.
Seleccionó las lentejas según su tamaño y calidad y las colocó en saquitos de un kilo y de ½ Kg. Las lentejas estaban como sucede en más de una ocasión mezcladas con piedrecitas del mismo color y tamaño que las lentejas.
Los sacos fueron a parar a un almacén donde fueron separadas y distribuidas por las tiendas de alimentación.
Había un vendedor que las puso en su escaparate ordenadas por su tamaño y calidad, pero quiso probar su calidad antes de venderlas al público, unas lentejas eran más rápidas de cocer que las otras, y se llevó a su casa saquitos de lentejas de ambas clases.
Al llegar a casa puso en remojo las lentejas como es costumbre, pero no las separó sino que las echó todas juntas en un mismo recipiente con agua. Pensaba que tendría una cantidad suficiente para hacer un buen cocido de lentejas con qué alimentar a su numerosa prole.
Pero las lentejas procedentes de los distintos saquitos, se enfurecieron al verse todas mezcladas y en remojo soltando el polvo de la tierra.
Fue entonces cuando una lenteja de dijo a otra lenteja de igual tamaño y sabor… ¿Cómo vamos a compartir nuestro jugo y sabor con esas otras?
Otra lenteja muy apresurada le contestó: « ¡Ah sí, es verdad! esas lentejas son distintas a las nuestras, son más pequeñas y numerosas, ¡No, no podemos permitir esa barbaridad; nos quitarían toda nuestra sustancia y perderemos nuestro sabor, que tanto nos ha costado de poseer y conservar. ¡No, decididamente si nos mezclamos con ellas perderemos nuestra libertad; no, ni hablar!».
Pero las otras lentejas que eran de poca hermosura por su tamaño también murmuraban.
Una lenteja de decía a otra lenteja… ¡Fíjate!… ¿Cómo vamos a juntarnos con esas lentejas tan grandes, tan hermosas y jugosas?
A lo cual otra lenteja le respondió… ¡Ay! me temo que cuando nos pongan a cocer, como somos tan pequeñas, nos vamos a deshacer.
La otra lenteja, muy preocupada le preguntó: « ¿Y por qué nos vamos ha deshacer?
La otra lenteja que era muy inteligente de dijo: «-Pues verás amiga mía, como somos más pequeñas que ellas, al poco tiempo de estar cociendo en el Puchero, nos desharemos mientras ellas necesitaran más tiempo de cocción para quedar cocidas a su punto»

Pero de inmediato quedose interrumpida la conversación. Había pues un garbanzo que había escuchado con mucha atención las explicaciones de ambas lentejas.
El garbanzo se acercó… ¡Hola! Perdonad mi intromisión, ¿puedo dar mi parecer?, ¡oh sí! respondió la lenteja que se sentía más preocupada.

Pausadamente el garbanzo dijo: « Amigas mías, no os preocupéis, porque aunque al cocer os deshagáis, quedara un cocido muy rico. Estad tranquilas pues a las lentejas grandes y hermosas, se las comerán, pero a vosotras, ¡Ah querida mías! a vosotras no sólo os comerán, sino que al estar tan deshechas en vosotras se mojará «EL PAN», para que no quede ni una sola de vosotras en el plato.
Oído esto, las lentejas pequeñas comprendieron a que alto honor habían sido destinadas, y así de contentas fueron muy dispuestas a ser cocidas con las demás lentejas.

El garbanzo, entre tanto se apenaba porque las lentejas grandes y hermosas no aceptaban ser cocidas con las lentejas pequeñas.
¡Pobre garbanzo!, cuan entristecido se hallaba y pensó: «Cuando yo caiga en el Puchero como soy más grande no estaré cocido ni deshecho, estaré crudo y nadie me comerá», y siguió dándole vueltas a su final cuando descubrió una gran verdad. «Cuando caiga en el Puchero, aunque nadie me coma dejaré también mi sustancia y sabor, aunque sea poco. ¡Ah, sí que vale la pena ir al Puchero y dar cuanto el Fuego pida.
Y así de feliz quedose el garbanzo muy consolado.
Entre tanto la mujer del tendero, puso a cocer las lentejas y les echó Sal, y el Agua.
Las lentejas todas revueltas con el hervor no tuvieron más remedio que compartir el espacio del Puchero, con la misma Agua y la misma Sal que sus compañeras.
Cuando la mujer fue a ver como estaban las lentejas, se halló ante un desaguisado, su cocido era todo puré. Y viendo que tenía que dar de comer a su prole, decidió pasarlas por el tamizador y al colarlas vio que algunas lentejas solo habían quedado las pieles y quiso estrujarlas para aprovecharlas más y con el intento descubrió, que también había pequeñas piedrecitas que parecían iguales que las lentejas por su forma y color. Pero su sorpresa fue mayor al descubrir revuelto en el puré a un garbanzo y ¡claro no lo podía dejar allí! y se lo comió y con gran sorpresa descubrió que estaba cocido en su punto.
La mujer dispuso el puré en una fuente y todos comieron con apetito hallando muy sabroso aquel extraño cocido de lentejas,
Así pues el vendedor comprobó que su mercancía era variopinta, que se podía comer con deleite, a pesar de no ser un cocido auténtico de lentejas.
LA MORALEJA:
El sembrador es Jesús.-Las lentejas son las distintas Órdenes y congregaciones religiosas. El saco, es el mundo. Las lentejas rápidas recocer, son aquellas personas que a pesar de sus debilidades son capaces de dar a Dios todo que tienen y todo lo que son.
Las lentejas grandes, son aquellas personas que por sus egoísmos y excusas, np perseveran en vivir en el amor de Dios y no anuncian con su vida el seguimiento de Cristo.
La estantería, es el espejo donde los hombres nos ven y toman ejemplo de nuestra vida, unas veces les damos fe en Dios y en otras ocasiones los decepcionamos.
La elección de los saquitos de las lentejas es la llamada vocación religiosa
El polvo de la tierra, son las críticas carismáticas.
El tiempo de cocción de cada lenteja, es la capacidad que posee cada de cada lenteja, es la capacidad que posee cada persona consagrada para entregarse a vivir con Dios y de solo él.
El puchero, es el cuerpo místico de Jesucristo, Iglesia santa y pecadora.
El garbanzo, representas las personas que sienten gran dolor por olvidar que Dios nos ama y se apena de tantas divergencias que sufre la Madre Iglesia.
El pan, es el regocijo que siente Dios por cada persona que desgasta su vida por el evangelio.
El fuego, es el amor de Dios, por él se está dispuesto a pasar por el desierto, a orar con avidez, con hambre siempre de vivir de Dios, con todas las consecuencias que lleva saber vivir en«La cruz y la gloria».
La mujer del vendedor, es la voluntad de Dios.
La sal, el seguimiento de Cristo.
El agua, el Espíritu Santo.
La prole, la humanidad sufriente.
El tamizador representa el juicio final, las pieles de las lentejas, son las oportunidades que Dios nos da para amarle y no lo hemos hecho. Las piedrecitas pequeñas, son aquellas que aparentan ser de Dios y nos defraudan.
El garbanzo cocido, son aquellas personas que pasan su vida haciendo el bien sin quejarse y en una vida oculta y casi inadvertida dan testimonio de Cristo.
El puré de lentejas, es la unión de la Iglesia sin mantener rivalidades entre los distintos carismas.
La fuente, es la caridad
El cocido auténtico, es pertenecer a Cristo para reinar en el amor.
¿Y dónde está el infierno? Se halla en el colador, allí quedaron atrapadas las que se quejaron de compartir su vida con sus hermanas.
*******************************************************************************************Bienparentemente Aparentemente esta fábula inocente, viene a representar un sector de la vida consagrada que durante muchos años y debido a su limitado número de miembros y a pesar de no poder mantener un ritmo y vida comunitaria, se han negado a juntarse con otras comunidades para dar más vida a lo que se está apagando por un lado por no tener vocaciones y por otro lado porque se han relajado las costumbres y omiten parte de sus leyes por estar limitadas por la ancianidad y enfermedad.
Ya, llegando al extremo, por fin ya se van fusionando esas comunidades pero lamentablemente ya son una carga, a la carga ya natural de la comunidad que las acoge, aunque todo ello se haga con gran caridad, no es fácil vivir con una calidad de vida espiritual ya que se pierde la capacidad de expresión y un sin fin de limitaciones.
Y a pesar de ella, hoy que ese cocido extraño de lentejas, resulta agradable a Dios porque se hace con amor, amor, amor: ni se puede medir ni pesar.
Desde aquí deseo animar a que estas comunidades envejecidas y de número reducido, hagan un esfuerzo de amor y pidan ser acogidas por otras comunidades.
Dios es grande. No tengamos miedo, él está a nuestro lado.






1 comentario:

  1. Manifiesto real y realista del que, con todo, gracias a Dios, por poder compartir con ellas comunión dominical y alguna que otra charla en el locutorio, puedo dar fe.
    Es valiente tu postura. No desfallezcas.
    Está a tu lado. Seguro.

    Al + Mc

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