UNA TAZA DE MALTA ARDIENDO

Mi abuelo materno era de profesión vaquero, de hecho el nunca quiso tener vacas, pero sí que fue el administrador de muchas vaquerías de la ciudad: Era un hombre considerado: fiel, prudente, trabajador, honesto. Eso le valió ser llamado «un hombre santo».

Él comía antes que el resto de la familia, pues el ordeño de las vacas no puede esperar. La abuela le servía la comida y yo la malta ardiendo tanto en verano como en invierno.
Y se preguntaran ¿Por qué le servía la malta ardiendo? ¡jaja! Para tener yo más tiempo y coger su bicicleta que era de señorita, e intentar aprender a ir pedaleando para poder dar una vuelta con ella.
No, no lo conseguí en meses, muchos meses y siempre al final después de ir pegada a la pared tenía el codo y el brazo más rallado que un disco. Y... ¡Zas! al suelo una y otra vez, y yo incansable me levantaba mal trecha, pero otra vez subía a intentar dar más de prisa al pedal.
Así que ya se pueden imaginar como tenía el paladar y la lengua mi santo abuelo de rustida, porque él que adivinó mi treta, no dijo nunca nada, pero se tomaba tan deprisa como podía a aquella malta abrasadora.

Un día, también de infinitas caídas, no se ni cómo, salí corriendo con la bicicleta dando al pedal, y crucé la calle sin que me pasará nada, y a partir de entonces tuve la sensación que toda mi vida había ido en bicicleta. Iba sin manos, de pie como los acróbatas, sentada al revés, conduciendo de espaldas, era una maravilla la habilidad que tenía, no me lo podía creer«Cecilia conduciendo una bici a toda velocidad y sin miedo». Así aprendí ir en bicicleta, y por fin mi santo abuelo pudo tomar su malta a buena temperatura.

Ese aprendizaje tan duro porque parecía infructuoso tuvo su premio.
La constancia. Es una virtud muy apreciada para mi, sin ella no estaría hoy posiblemente aquí, contándoles estas aventuras infantiles.

La constancia, va unida a la intensidad de la voluntad y ese entrenamiento, me sirvió en la vida adulta para saber vivir a tope todos los momentos de mi vida.
Hoy, se me hace una maravilla intentar corresponder al amor que mi Amado me tiene, sumergiéndome en esa intensidad de amor que posee la voluntad. Y todo por una taza de malta ardiendo ¿ Qué les parece?

Con ternura.

Sor.Cecilia Codina Masachs O.P